Mucho antes de transformarse en alcalde de Recoleta, Daniel Jadue quiso ser cura, bailó en el festival de Viña y andaba en moto. El hombre detrás de la farmacia popular asegura que el modelo es una bomba de racimo que está detonando un cambio en el nivel de conciencia. Acá repasa a la UDI, Eliodoro Matte y el golazo de mediacancha que tiene a decenas de alcaldes intentando imitarlo.
Sentado en su oficina en el sexto piso del enorme edificio municipal, el alcalde comunista de Recoleta Daniel Jadue intenta explicar por qué el proyecto de farmacia popular promovido en su comuna se ha transformado en el chiche político del momento. La iniciativa, recalca, es solo la punta del iceberg de un proyecto basado en la innovación. Explica: “Cuando a ti te dan un manual de materialismo dialéctico, abres la primera página y lo primero que te enseñan es que lo único permanente es el cambio”.
Jadue cuenta que en Recoleta financian el curso de conducción de todos los alumnos que egresan de cuarto medio, desarrollaron una unidad médica móvil en las juntas de vecinos, elaboraron un programa de escuela abierta, utilizando la infraestructura de los colegios hasta las 10 de la noche en actividades recreativas y culturales, y han ayudado a crear al menos 10 cooperativas. Una de ellas, “Jatun Newen”, compuesta por trabajadoras de aseo en los consultorios, se ganó una licitación en el municipio de cientos de millones de pesos. “Ahora son ellas sus propias jefas, se compran los elementos que necesitan y tienen mejores sueldos”.
¿Hay una revolución entonces en Recoleta?
Es que el lenguaje genera realidad y la pregunta tiene una carga emocional que en Chile es muy profunda. La discusión histórica entre reforma y revolución es una falacia, una discusión muy infantil. A nosotros se nos acusa de reformistas, de no ser revolucionarios… pero bueno, ahí está la farmacia popular.
¿Es revolucionaria o no? ¿Qué crees?
Yo creo que sí, hay una síntesis entre continuidad y transformación que cuando le imprimes un acelerador, porque la farmacia popular es como una bomba de racimo que está detonando un cambio en el nivel de conciencia, en la voluntad y en el estado de ánimo de la izquierda…
¿En qué sentido?
En que la izquierda hoy día siente que puede más…
Cuesta creer que a alguien no se le ocurriera antes, por eso todo el mundo pensó que se trataba de un resquicio legal.
No, es una innovación en política pública que tiene absoluto apego al marco vigente, no es ninguna leguleyada. Esto tiene que ver con que el artículo 4° de la Ley Orgánica de Municipalidades que contempla la atribución y el deber de desarrollar, solos o con otros organismos del Estado, todas las acciones que les competan en el ámbito de la salud pública y el medioambiente. Este es el gran paraguas. Luego creamos una ordenanza local de intermediación para adquirir los medicamentos.
¿Ese fue el golazo de Daniel Jadue?
Ese fue el golazo del equipo, un equipo completo con funcionarios de primer nivel, abiertos al cambio. Porque la innovación depende de la valoración de la diferencia, como fuente de riqueza, y la colaboración entre los distintos actores que buscan dar respuesta a nuevas necesidades. La innovación es parte de nosotros y estamos siempre preguntando cómo lo hacemos.
¿Cómo se dieron cuenta que se podía?
Con voluntad política primero. Chile es un país muy neoliberal y el conocimiento, a diferencia de cualquier otro factor productivo, se potencia en la colaboración y no en la competencia.
¿Crees en un retorno al cooperativismo?
Más que eso, es como volver al futuro, pero no mirando para atrás sino hacia adelante. Una cosa que ha cambiado en Recoleta es que estamos pasando de una cultura basada en el egoísmo y la competencia a una cultura inspirada en la colaboración y la solidaridad.
¿Cómo se cambia el dispositivo?
Somos lo que hacemos, no lo que decimos, la única forma de cambiar es con el ejemplo.
Por eso hay tantos que quieren copiar el modelo, muchos de la UDI incluso.
No creo que estén dispuestos a ceder tanto poder, porque la gracia de este modelo es precisamente ceder poder, manteniendo la responsabilidad. En cambio la cultura de la derecha hace todo lo contrario: entrega la responsabilidad y mantiene el poder.
Lo interesante de la propuesta es que los medicamentos dejan de ser un bien de consumo y vuelven a ser un bien social…
Así debería ser…
Pero ese es el espíritu…
Estamos en camino, por ahora logramos que bajaran a un precio justo. Cuando sea un bien social va a ser gratis. Salud como un derecho significa universalidad de los tratamientos, de los medicamentos para todo el que los necesite. Recoleta lo que ha hecho es aportar una roca en vez de arena en esa dirección.
¿Crees que esto pueda promover una ley que regule el mercado farmacéutico?
Creo que esto va a detonar muchos cambios en todos los actores. En el gobierno central, en el mercado, en los municipios. Creo que la farmacia popular Ricardo Silva Soto, si hay algo que tiene de grande, además de resolverle el problema a los más vulnerables, es que remeció no solo el mercado de los remedios sino el modelo.
Un modelo donde el precio de los medicamentos se determina por las leyes del mercado…
Eso es algo que provoca rabia e indignación. La contradicción principal que define el Partido Comunista en Chile es entre neoliberalismo versus la democracia; esas son las antípodas. Nosotros creemos que el neoliberalismo es lo menos democrático que hay en el mundo. Incluso el padre del capitalismo Adam Smith, decía siempre que el mercado nunca debía meterse en salud, educación y defensa, porque podía generar problemas éticos que la sociedad capitalista no podría responder. La pregunta que tú me haces tiene que ver con esto. El mercado nunca va a poder responder eso…
Tampoco a que existan 54 comunas en Chile que ni siquiera tienen farmacias…
O que una persona que necesita un tratamiento se muera porque no lo puede pagar. Eso no lo puede responder el mercado porque le importa un bledo la salud, sino la utilidad. Y hay muchos en este país, sobre todo en la UDI y RN, que están mucho más preocupados de la salud de las empresas que de la salud de las personas.
De hecho, son los mismos partidos que vetaron tu asistencia al Congreso, algo que calificaste de antidemocrático…
Sí, claro, cuando uno ni siquiera escucha ni quiere enterarse de la posibilidad de resolver un problema tan sensible y, además, lo tratan de dar vuelta tratando de sacar al pizarrón al gobierno para que explique por qué los valores son esos, siendo que ellos son partidarios de que el Estado no fije precios. O sea, son todos iguales: capitalistas para las ganancias y socialistas para las pérdidas.
Víctor Pérez incluso te trató de demagógico…
Y debe estar muy arrepentido porque en las redes sociales en su región lo hicieron pebre, además demostró algo muy grave, que un gallo que está hecho para hacer leyes no conoce la realidad del 75% de los chilenos. Él dijo que era demagogia porque los pobres tienen sus medicamentos asegurados. Esto demuestra que él no conoce la realidad de su país, no sabe nada, y alguien que no sabe nada de su país no debería estar haciendo leyes.
¿Se viene el lobby de las farmacéuticas?
Es probable, pero creo que hoy día la ciudadanía está dispuesta a defender este gran logro a nivel nacional.
No temes que la farmacia popular se utilice políticamente para las próximas municipales.
Algo de eso va a haber, pero creo que la discusión no va por el lado de si va a haber farmacia popular o no, si no cuáles van a ser las características de aquellas. He escuchado a algunos alcaldes de derecha que ya se han subido al carro, diciendo que solo va a ser para aquellos que estén en los consultorios públicos, lo que dejaría fuera a la clase media con la que tanto se llenan la boca. Incluso hubo un alcalde que pensó en ponerle un poquito de utilidad para aumentar la recaudación fiscal y otros que piensan hacer una farmacia mucho mejor que esta donde regalarían los remedios.
¿Qué es lo más relevante de este proyecto?
Quizá lo más relevante de la farmacia ha sido incrementar la conciencia de que es posible modificar el real estado de las cosas, para satisfacer las necesidades de una inmensa cantidad de la población que se dio cuenta que el Estado no era absolutamente impermeable y que el modelo no era todopoderoso y eterno. Que no era infranqueable.
EL CURA JADUE
¿Es cierto que mucho antes de interesarte en la política quisiste ser cura?
No alcancé a ser seminarista, pero postulé hasta que vi la luz roja.
¿Qué tipo de luz roja? ¿Cómo la que vieron los futbolistas?
Ja ja ja, no, la del partido. Vi la luz roja y me convertí en un hombre de izquierda. Pero partí siendo muy católico. Fui schoenstattiano dos años.
Cuesta imaginarte en ese mundo.
-Nadie es perfecto, pero lo fui y me decepcioné de la religión. Estuve en el proceso para ser seminarista y tuve mucha presión de mi mamá, porque a ella le hubiese encantado tener un hijo cura. A mi mamá le sorprendía que hablara de la biblia, la Torá, el Corán. Discutía sobre las religiones a muy temprana edad.
¿A qué edad?
-A los once, doce años.
¿Eras medio nerd?
-Absolutamente nerd. Algunos dicen que todavía lo sigo siendo. Incluso fui miembro de un grupo folclórico palestino por más de 15 años y llegué a ser director de uno. De hecho hasta bailamos en el Festival de Viña. Si buscas en google, pones 86 u 87, debería aparecer en pantalla.
Fue en esa época que te decepcionaste de la religión…
Esto es un proceso. Nunca entendí que la Iglesia católica no fuera más drástica con aquellos agentes de la Iglesia que se pusieron del lado de las violaciones a los DDHH. Esa decepción me llevó a ser un activo buscador de otras religiones antes del tránsito hacia no creer en ninguna religión.
¿Y ahora qué eres: ateo, agnóstico?
Terminé entendiendo que las religiones funcionan como instrumento de dominación. Por lo tanto, mi búsqueda de respuesta salió del ámbito de lo religioso y cayó en el ámbito de lo político, en donde terminé abrazando las ideas de izquierda.
¿Cómo tomó ese cambio tu familia?
Nunca lo entendieron ni aceptaron. Siempre fui como el bicho raro. Andaba metido en cosas que nadie más se metía en dictadura, lo que era muy duro. Yo, a los 15 años, ya era un viejo militante de izquierda…Y, a los 26 años, era demasiado militante para esa edad.
¿Por qué demasiado militante?
Tenía toda la cultura de los militantes, no de los jóvenes. Eso de no tomar, no fumar, ser absolutamente riguroso, tener una disciplina férrea, siempre estar preocupado de no cometer errores. Teníamos que ser lo opuesto a la imagen de juventud que tenía la dictadura, que siempre soñó con tener jóvenes que no participaran, que se reventaran, que se dedicaran a pasarlo bien y que no se preocuparan del país. Yo no conozco a nadie que lo haya pasado mejor que yo en la juventud, sin que nunca me haya tomado un trago, porque uno disfruta de otras cosas. En cambio, conozco muchos jóvenes que estaban del otro lado en esa época, pasándolo bien, reventándose y que hoy no están felices con lo que son.
También tuviste un pasado motoquero.
-Sí. Pero lo dejé cuando nació mi hija. Desde el 2000 no tengo moto.
¿Y qué estilo de motoquero eras? ¿Del estilo Harley Davidson con pelo al viento y encuerado?
-Me gustaban las motos de paseo, nunca las de velocidad. Jamás encuerado. Sí tenía pelo largo, pero nunca engrupido como para salir con motoqueros. Para mí, la moto era algo personal, intransferible, que no compartía con nadie más que con mi gente cercana. No caigo en la categoría del motoquero. Es una filosofía de vida que no comparto. El motoquero no tiene muchas preocupaciones. Es un espíritu libre que no se hace problemas por el estado de la sociedad.
Entraste a los 16 años a la universidad. ¿Por qué tan chico?
-En esa época, no era tan riguroso el sistema de los cursos y tuve muchos problemas de salud antes de entrar al colegio. Me operaron de peritonitis, a los 3 o 6 meses, después tuve una fístula a la hernia muy complicada. Mi mamá se lo sufrió todo. Pero logré estabilizarme y a los tres años me llevaron al jardín. Y en el hospital había aprendido más de lo habitual. En el colegio me adelantaron un par de cursos y seguí adelantado hasta salir. Luego entré a cuarto medio con 15 años y a la universidad a los 16.
¿Tus compañeros te molestaban por la edad?
-Mucho. Había una presión constante. Recuerdo cuando mis compañeros empezaron a tomar y yo no tomaba. De hecho, no tomo nada hasta hoy.
¿No tomas nada?
-Nada. Creo haber probado alguna vez una cerveza y un vaso de vino, pero nada más.
¿Y fumado marihuana?
-Tampoco. Nunca he fumado un pito. Ni probado ninguna droga. Soy un asceta, por decirlo de manera elegante. De hecho, en la universidad me decían monje.
NO LES CREO
¿Le crees a Eliodoro Matte y Gabriel Ruiz-Tagle que no sabían nada de respecto a la colusión en sus empresas?
No les creo…
Matte incluso pidió perdón…
Mira, como fui muy creyente y en algún minuto pensé en hacerme cura, el tema del perdón me quedó con esa raigambre de la matriz judeo cristiana de la cultura. Por eso entiendo que el perdón conlleva cuatro condiciones básicas: reconocimiento del daño, arrepentimiento sincero, compromiso de no volver a hacerlo y reparación. Y no he visto nada de aquello en las palabras de Matte. Solo he visto un acto grandilocuente, teatral, pero vacío. Por lo tanto no creo que haya siquiera espacio para referirse a este perdón. Es como el perdón de la derecha respecto a las violaciones de los derechos humanos. Nunca he visto un perdón más falso. Creo que la hipocresía y el doble estándar respecto de la moral pública y privada es un tema pendiente en la sociedad chilena.
Algunos han hecho campañas para no comprar sus productos ¿Basta con eso?
Acá se necesita cambiar el modelo, las reglas del juego. La supremacía de la propiedad privada por sobre el bien común. Cambiar la Constitución, cambiar muchas leyes.
¿Estás de acuerdo que los ejecutivos paguen con cárcel?
No solo los ejecutivos sino los dueños, los intermediarios, los cómplices pasivos y activos. Los dueños deben estar en la cárcel.
¿Chile es un país de carteles?
Chile es un cartel. Tenemos un concepto de justicia medio esquizofrénico porque cuando condenan a los coludidos, después siguen vendiendo al mismo valor y, además, se quedan con todo lo que ganaron… Por eso no le tengo ningún respeto al señor Matte, ni a su centro de estudios públicos ni a los empresarios. La colusión en el fondo es una conclusión obvia del capitalismo porque el mercado es acotado. Entonces cuando una empresa crece hasta el infinito, necesariamente lo hace sobre otras empresas que tienen que desaparecer. Al final, cuando quedan solo monstruos grandes, se miran a los ojitos y dicen para qué nos vamos a cagar, mejor pongámonos de acuerdo para subir los precios y no compitamos.
Los mail de los ejecutivos, de hecho, eran bien mafiosos: hablaban de computadores tirados a un río, correos falsos, teléfonos de prepago, informes rotulados como partes de matrimonio….
A mí me encantaría que Matte explicara por qué los despidió con indemnizaciones y muy buenas evaluaciones. Yo no le creo nada. No hay como creerle. Si a mí un subordinado de esta municipalidad hace eso, le meto un juicio y lo mando a fiscalía. No hay como creerle a Matte, al Cep, a la Sofofa. No hay como creerles, están todos coludidos.
Tan coludidos que cuando se pusieron de acuerdo en los precios le llamaron “welcome party”.
Esa fue la bienvenida al gallo que no era parte. Una invitación a la fiesta del robo, del abuso, de la colusión, de algo que es tan propio de la derecha chilena que se opone a todo cambio.
¿Qué piensas que nos caguen hasta para limpiarnos el poto?
Es muy característico del modelo neoliberal, de la cultura de la dictadura. Este es el país que se imaginó la UDI. El país que ellos soñaron donde unos poquitos ganan mucho y el resto se las tiene que arreglar.
¿Qué piensas de la defensa de Carlos Larraín a Eliodoro Matte?
Bueno, tiene que pagar de alguna manera los beneficios de una larga vida dedicado a la política gracias al financiamiento de los otros.
Fuente: The Clinic