Durante los apacibles siglos de la colonia, las extensas propiedades del capitán Diego García de Cáceres, habían impedido la expansión de la ciudad hacia el poniente. Mediante la institución del Mayorazgo, que privilegiaba al hijo mayor en la herencia de las propiedades y de los derechos del padre, estas ricas tierras se habían conservado sin fraccionarse. A su vez, las plantaciones de viñas no sólo proporcionaban un exquisito colorido a la propiedad, sino que valorizaban extraordinariamente las tierras. Todo esto ayuda a explicar por qué la antigua chacra de García de Cáceres, luego de Saravia y finalmente de Portales, marcó por tanto tiempo el límite urbano de Santiago en dirección a la costa.
Sólo a la muerte de don José Santiago Portales, en 1836, la extensa chacra fue fraccionada entre sus 15 descendientes. Y estos, con el correr del tiempo, fueron loteando y vendiendo los terrenos. Así comenzó a urbanizarse el sector comprendido entre la acequia de Negrete y Matucana, la Cañada-hoy Avenida Bernardo O’Higgins- y la calle San Pablo.
Pero, el impulso decisivo para la conformación de un gran barrio en esta área de la ciudad, provino del gobierno de ese entonces. El presidente don Joaquín Prieto oficializó la existencia del “Barrio Yungay”, el 5 de abril de 1839. Casi simultáneamente se trazó la “Plaza Portales”, en tributo al que fuera ministro y organizador de la República, don Diego Portales Palazuelos. Más tarde, en 1880, la plaza pasó a denominarse “Plaza Yungay” tomando el nombre del barrio.
Un año después de instituido oficialmente el nuevo barrio, Jacinto Cueto y Juan de la Cruz Sotomayor, organizaron el primer loteo y venta masiva de sitios en el sector. Corría el año 1840 y el Barrio Yungay ya se había transformado en una pequeña aldea de unos 6.000 habitantes. El trazado urbano del sector era bastante regular, siguiendo el diseño característico de las ciudades españolas de la Conquista. Cueto y de la Cruz habían dividido un amplio terreno en manzanas y estas a su vez en sitios, se trazaron calles y el nuevo sector exhibió una violenta transformación en cortos años.
La población del barrio Yungay iba en aumento sostenido y gran cantidad de casas se levantaban en sus calles. Ello hizo presente la necesidad de contar con una parroquia. El Arzobispo de Santiago, José Alejo Eyzaguirre acogió esta necesidad y por decreto del 25 de agosto de 1844 creó la Parroquia del barrio, bajo la advocación de San Saturnino, estableciéndola en la plaza Portales, más tarde Plaza Yungay.
También se establecieron por estos años-1850- los religiosos Capuchinos. Fijaron su residencia en una propiedad donada por María Rosa Portales Palazuelos, que se situaba entre las calles Catedral, Rozas, Bulnes y Cumming. Ya instalados los Capuchinos desplegaron una intensa actividad religiosa ganando el respeto de los vecinos y contribuyendo al poblamiento del sector, pues muchas familias levantaron sus moradas en sus alrededores.
Así fue como, cuando ya moría el siglo XIX, muchas familias se habían radicado en el nuevo barrio, alejándose del centro que entonces empezaba a ser excesivamente “agitado y bullicioso”. La Plaza Yungay, la Parroquia de San Saturnino, la Iglesia de los Capuchinos, y la Quinta Normal de Agricultura habían contribuido a convertir este barrio en un sitiofavorito para residencia de muchas familias “de calidad y personajes distinguidos”.
Entre las nuevas propiedades que surgieron entonces se apreciaba un cierto número de quintas pertenecientes a familias de renombre y prestigio. Hacían sembrar papas y hortalizas, y llenaban los terrenos de árboles frutales, permitiendo a sus dueños pasar algunos días de agrado especialmente atractivos en los meses de verano, cuando “las frutillas aromaban el aire y las uvas refrescaban el paladar”.
Al sector llegaron personajes de alto nivel social, así como un importante grupo de intelectuales extranjeros contratados por el gobierno, para fortalecer y estimular el desarrollo cultural y científico del joven país. Los nombres de Rodolfo Amando Phillipi, Ignacio Domeyko, Claudio Gay, Eusebio Lillo y muchos otros figuran hacia esta época como vecinos del barrio Yungay.
Paralelamente, crecían las calles Dieciocho y Ejercito al otro lado de la Alameda de las Delicias. El rancherío miserable, disperso y desorganizado que había surgido allí en forma espontánea, era desplazado y cedía su lugar a las aristocráticas residencias. Se levantaron palacios Cousiño, Meiggs, Concha Cazotte y otros. Era otro fruto de la riqueza de la plata, el carbón y el salitre, que impactaron fuertemente el proceso de urbanización de Santiago.
Hacia 1870, el barrio Yungay mostraba ya un apreciable desarrollo urbanístico. Domingo Faustino Sarmiento, uno de los intelectuales ilustres que entonces vivía en Chile, y que algunos años después, sería el presidente de la República Argentina, expresó su admiración por este pintoresco barrio capitalino, en los siguientes términos: “al poniente de Santiago y a una distancia, como diez a once cuadras de la Plaza de Armas, había una finca de potreros pertenecientes a un señor Sotomayor que para venderla con provecho se propuso dividirlas en manzanas que estuvieron a su vez subdivididas en sitios, para dar un triple valor al terreno. La especulación ha tenido los más felices resultados; y una población numerosa se ha reunido para hacer salir del seno de la tierra, cual si hubiese sido sembrada, una hermosa villita, con calles alineadas y espaciosas, alguna de las que lleva ya el nombre de calle Sotomayor, su correspondiente Plaza de Portales, su capillita y sus cientos de edificios, que se están levantando todos a un tiempo, como para un día convenido, presentando el espectáculo más animado por la actividad que reina por todas partes y los grupos de trabajadores que se divisan en todas direcciones sobre los edificios cuya elevación avanza por momentos”.
Si bien el barrio Yungay presentaba entonces un significativo desarrollo urbano y satisfactorias condiciones ambientales, al costado norte de la calle San Pablo y hasta llegar al río Mapocho, se fue formando un sector muy popular, en deplorables condiciones. Surcado por callejones pantanosos, cubiertos de desperdicios. En el lugar se congregaban desordenadamente ranchos de quincha. Don René león Echaíz, estudioso de la evolución histórica de Santiago, ya ha señalado con anterioridad que…”el sector ubicado entre el Camino a Valparaíso y el río Mapocho, pertenecía en esa época a doña Dolores Portales Larraín, esposa de don Juan Manuel Palacios Puga. De hecho se fue formando allí un rancherío miserable y el “callejón de los cachos”, así llamado porque los propietarios colindantes colocaban en las murallas de sus casas los cachos de los animales que beneficiaban. Doña Dolores Portales terminó por vender su propiedad y se levantó allí una población”.
Por su parte Sarmiento vio en ese rancherío un “guangalí”, que “vendrá a ser como su arrabal”. Eran los habitantes expulsados del egido de la ciudad, en 1848, que primero se habían instalado en el sector que actualmente corresponde a Mapocho y General Mackenna, para luego desplazarse con sus ranchos al norte del Camino a Valparaíso, frente a la calle Sotomayor. Pese a la desigualdad social y económica de sus moradores, los barrios al Norte y Sur de San Pablo mantuvieron un estrecho contacto ya que los pobladores próximos al río proporcionarían la mano de obra que se requería para la explosiva construcción de viviendas del Barrio Yungay, a la vez de prestar los servicios que la gente acomodada requería.
Esta población marginal era masiva “una confusa y desordenada masa de gente misérrima y sin educación. Residía en los sectores periféricos de la ciudad, tales como Guangalí, en San Pablo,…Los de mejor calidad se empleaban como peones de Quintas y Haciendas, como servidumbre doméstica, como obreros de industrias, etc. Los de calidad inferior constituíanun hacinamiento de haraganes, entregados a la malicia, a la borrachera o a la delincuencia”.
Con el correr de los años, todo el sector comprendido entre el río y la Alameda se fue poblando hasta alcanzar una densa ocupación que se extendía hasta la Avenida Matucana.
Agradecimientos por la recopilación de la historia de nuestra comuna a un vecino que ha dedicado su vida y obra a Quinta Normal, Pablo Garcia Ramirez .