El adolescente George Stinney Jr. de ascendencia africana, fue la persona más joven con condena a muerte en el siglo XX en los Estados Unidos. Solo tenia 15 años cuando fue ejecutado en una silla eléctrica.
Durante su juicio, hasta el día de su ejecución, siempre llevaba una biblia en sus manos, clamando inocencia. Fue acusado de matar a dos niñas blancas, Betty de 11 años y Mary de 7, los cuerpos fueron encontrados cerca de la casa donde residía el adolescente con sus padres.
En ese momento todos los miembros del jurado eran blancos. El juicio duró sólo 2 horas y la sentencia fue dictada 10 minutos después. Los padres del niño fueron amenazados y se les impidió hacerle regalos en la sala de juicio para luego expulsarlos de esa ciudad. Antes de la ejecución, George paso 81 días sin poder ver a sus padres.
Quedo atrapado en un celda solitaria, a 80 km de su ciudad. Fue oído solo sin la presencia de sus padres o de un abogado. Fue electrocutado con 5,380 voltios en la cabeza.
Bajo las leyes de Carolina del Sur en ese momento, toda persona sobre la edad de 14 años era tratado como a un adulto. Stinney fue sentenciado a muerte en la silla eléctrica. La ejecución fue llevada a cabo en la Penitenciaria Estatal de Carolina del Sur en Columbia la mañana del 16 de junio de 1944, menos de tres meses después del crimen.
Más tarde fue descubierto que la viga con la cual las dos niñas fueron asesinadas, pesaba más de cuarenta y dos libras (19,07 kilogramos). Se decretó que Stinney no era capaz de levantar la viga, mucho menos ser capaz de golpear con fuerza suficiente como para matar a las dos niñas.
Tras 70 años, la jueza de Carolina del Sur, Carmen Tevis Mullen, decretó el miércoles 17 de diciembre de 2014, que el condenado a muerte más joven de la historia de Estados Unidos no tuvo un proceso justo.
La juez dictaminó que el proceso judicial contra George Stinney había estado plagado de “violaciones fundamentales y constitucionales a un proceso regular”.
Durante un proceso que no duró más de una jornada, la policía afirmó que contaba con la confesión del adolescente, aunque no se encontró ninguna prueba escrita en ese sentido en los archivos judiciales. Su abogado, un cobrador de impuestos, en ese entonces en plena campaña para su reelección, convocó a muy pocos testigos y apenas realizó algunos simulacros de contra interrogatorios.
Al jurado le bastaron apenas unos minutos para condenar al adolescente a la pena capital. Su abogado no apeló el fallo, lo que hubiera bastado para suspender la ejecución. Al examinar las actas del proceso, la magistrada Mullen no halló ninguna referencia a la presentación del arma del crimen.
En lo que se refiere a la confesión de Stinney, la jueza estima que el policía la obtuvo de una “manera indebida, no conforme a los códigos y procedimientos penales”.
La hermana de Stinney afirma que ella estaba junto a su hermano el día del asesinato y que por lo tanto no podría haberlas asesinado.
Cuántos George Stinney habrán hoy en día en el mundo y en Latinoamérica, juzgado por leyes impuesta por los poderosos, que no distinguen vidas, solo son números que sirven para llenar una estadística gubernamental.